Hasta hace poco más de dos años, toda la vida había negado la idea de convertirme en un emprendedor, o lo que conocía como “una persona de negocios”. Recuerdo perfecto en la universidad, compañeros míos que todo el tiempo estaban pensando en nuevas formas de generar una empresa, no faltaba el que quería abrir un antro, o un puesto de jugos, o incluso poner una máquina de cigarros dentro de la universidad.