Lo típico, iniciamos el primer día del 2010 llenos de energía, cargados de pila, impacientes con la incertidumbre de todo lo que este año traería. Hicimos propósitos, pedimos deseos, nos ilusionamos y, por un tiempo, mantuvimos las esperanzas para que todo aquello llegase a ser realidad.
Hoy, un año después fuimos testigos, observadores, participantes, espectadores y actores de cada momento que se desplegó frente a nosotros. Ahora a toro pasado, podemos recapitular qué fue de cada propósito, deseo e ilusión inicial.
Algunos cobraron vida, otros no y muy probablemente la mayoría se quedaron en incubación, perdidos en algún lugar del camino. Olvidados ahí, se sumaron a nuestra extensa colección de situaciones inconclusas, de la cual somos dedicados aficionados.
Estas fechas de cierre de ciclo de nuevo nos enfrentan al ineludible balance personal anual. ¿Qué pasa con nuestra balanza? Si no parece equitativa, comienza una pequeña, silenciosa e incómoda auto persecución que enciende un foco rojo con las cuentas pendientes que tenemos con nosotros mismos.
Si además, sumamos la compleja bomba emocional que desatan las fiestas decembrinas, tenemos una posible crisis delante, porque al igual que las piñatas, estamos llenos de picos y colores por afuera, como una fachada que esconde el contenido. Cada sacudida en el aire, remueve los sentimientos “agradables” y los “no tan agradables” que llevamos dentro. Es precisamente después de los palazos a ciegas cuando nos quebramos y sale a la luz lo misterioso, evidenciando lo que ocultábamos. Regamos por donde quiera desde la alegría, el cariño y la fuerza hasta la nostalgia, melancolía y soledad. Por lo que se vuelve complejo asimilar toda la intensidad emocional de estos días.
Más del 70% de la población en México experimenta algún tipo de crisis por el fin de año. La idea de dejar inconclusos tantos asuntos, propósitos a medias y situaciones pendientes, aumentan la angustia, ansiedad y preocupación que por ende incrementan la depresión.
El estado anímico se ve afectado por la presión en el ambiente a “celebrar” porque al igual que podemos gozar de los festejos, también durante esta temporada nos recrudecen las heridas dejando a flor de piel nuestra sensibilidad.
El espíritu de dichas fiesta es un arma de dos filos que nos deja divididos. Por un lado, se encuentra el anhelo de “vivir la paz, el amor y la alegría” al igual que “convivir con la familia y los seres queridos”, pero por el otro, muchos de nosotros atravesamos momentos de difíciles de pérdidas, despedidas, vacíos y soledad que se contraponen a la costumbre social deseada. Entonces, comienza una combinación de exigencia y culpa para querer producir algo muy distante a nuestra realidad, causándonos sufrimiento y desgaste.
La combinación de Navidad y fin de año producen un efecto en la población de angustia y ansiedad, mismo que disfrazamos con las tradiciones culturales. Durante estos días, en tres de cada cinco personas aumenta el insomnio, la fatiga, las conductas compulsivas como la comida y las compras o las adicciones, que por las fechas quedan justificadas.
Mostrar el otro lado de la moneda, no es para desalentarnos, ni para ser pesimistas, sino para tomar conciencia de lo que vivimos en su totalidad y evitar engañarnos a nosotros mismos.
Entonces ¿cómo podemos estar tranquilos durante estos momentos si por dentro tenemos un remolino recorriéndonos y recordándonos lo que hicimos y dejamos de hacer?, ¿cómo transformar la crisis decembrina en contacto personal y trascender los imperativos sociales?, ¿cómo movernos de la depresión a la auto realización?
Cuando ampliamos nuestra visión tenemos más oportunidad de buscar soluciones pues contamos con más caminos por descubrir que si nos mantenemos ciegos aferrados a una parte. Podemos empezar con la famosa frase: “la verdad nos hará libres”(Jn 8:32) que implica abrir los ojos para aceptar lo que estamos viviendo actualmente. Dejar de decirnos mentiras piadosas o verdades a medias queriendo encubrir nuestras heridas. Al ser honestos con nosotros mismos, el encuentro interior se encarga de desechar la lluvia de mandamientos externos para dejarnos fluir con lo que toca. Si estamos en un momento de tristeza, dejarnos estar tristes. No hay porque pelearnos con lo que estamos viviendo.
El alemán Fritz Perls, padre de la Psicoterapia Gestalt tuvo la genialidad de introducir el término “gestalten” para describir el fenómeno de la percepción que se da en nuestras mentes, pues resulta que a partir de un experimento que realizaron al colocar puntos separados en una circunferencia, siempre fueron percibidos como un círculo, no como puntos aislados. De aquí sabemos que únicamente percibimos objetos completos, no partes. Nuestra percepción por naturaleza no puede dejar las cosas incompletas, aunque falte información nuestra tendencia natural es a completarlas.
De igual forma sucede para todas las cuestiones emocionales que están pendientes, estamos propensos a repetirlas para por fin poderlas cerrar. Cobra un gran peso arrastrar asuntos inconclusos de nuestra colección de ciclos, propósitos, y situaciones no terminadas, no sólo de este año sino de todos los que hemos acumulado en la vida porque vamos abiertos en relaciones no vigentes, con objetivos caducos y con metas poco actualizadas que no nos permiten avanzar a nuestra auto realización.
Necesitamos ocuparnos del inevitable inventario interior con todas las decisiones y acciones que elegimos durante el año. Necesitamos transformar nuestra desidia en acción para comenzar a liberar las cuentas pendientes.
Para trascender la crisis es vital que nos ocupemos de lo que si está en nuestras manos solucionar. Tal vez las pérdidas, las personas queridas ausentes, y otras cosas no depende de nosotros, pero darle seguimiento a los estos proyectos truncados es una poderosa herramienta de desarrolla nuestras habilidades de solución y podernos dedicar a lo que realmente queremos alcanzar.
Revisar compasivamente nuestro aprovechamiento del año y dar por terminado con su poco, mediano o gran avance a cada situación nos da tranquilidad. Es como tirar la basura añeja y hacer lugar para poder dejar entrar lo que deseamos para el 2011.
Estamos haciendo las cosas lo mejor que podemos, que también desde la Psicoterapia Gestalt se llaman ajustes creativos, a todas las modificaciones que hedamos tenido que hacer para adaptarnos de la mejor manera a cada situación.
Limpiar nuestra mugre acumulada, desempolvar nuestras verdades, quitar telarañas nos deja claro para reconocer lo que sí hicimos, aprendimos, evolucionamos y maduramos el año pasado y así, podernos enfocar en lo que perseguiremos en este 2011.
Fuente: www.mundoejecutivo.com.mx
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