Bud Robertson tiene 62 años. Se retiró hace poco tiempo y tiene dinero suficiente tras una larga carrera de negocios, así que ya no tiene que volver a trabajar. Tiene una buena condición, está lleno de energía y vive en una mansión como sacada de una plantación de Georgia. Se divorció hace seis años, pasa el tiempo con su novia, tiene tres autos deportivos (un Bugeye Sprite 1958, a Chevy hardtop 1956, y un Corvette 1981). Tiene dos hijos y cinco nietos.
Pero no lo envidien; de hecho, si salen con él sentirán un poco de pena, pues no siempre se la pasa descansando en casa en pijama o de viaje, sino que se sienta en una sala de conferencias en Boston con Mike Jeans, presidente de una compañía llamada New Directions que, entre otras cosas, ayuda a ejecutivos como Robertson a definir qué hacer con ellos mismos cuando ya no pueden darle órdenes a nadie.
"Quiero que escribas una lista de 200 personas que te gustaría contactar", dice Jeans. "¡¿200?!, podría enlistar a 20", responde Robertson. Jeans le recomienda que piense en toda la gente que ha conocido, desde colegas, abogados, contadores, planeadores financieros, ex alumnos, gente de la iglesia...
"La creación de redes tiene dos propósitos", dice Jeans. "Unirte a una junta de directores y permanecer en el radar de la gente para no perderte". Pero este hombre lleva toda su vida jugando el juego, ¿por qué no querría perderse?
Jeans voltea con Robertson y le dice que quiere que se tome seis meses sin hacer nada. "No", responde Robertson.
He ahí el dilema existencial de los exitosos baby boomers retirados. Érase una vez una época en la que la gente trabajaba 40 años, después jugaba golf y se sentaba en una silla mecedora esperando a que las arterias se calcificaran. Quizás lo odiaban, pero no se quejaban. Después llegó el Viagra, la liposucción, Tony Robbins y todos los inventos que hicieron de la generación de los boomers la más irritante de la historia.
Ahora están siendo obligados a retirarse; la primera ola de boomers cumplirá 65 años este año, y no van a despedirse con gracia. Pero no están luchando contra la luz que se apaga, sino que están confundidos. Jeans dice que muchos de ellos son un desastre emocional.
En diciembre, cuando se retiró como director financiero de Progress Software en Bedford, Massachusetts, después de 38 años de ser un adicto al trabajo, Robertson se sintió perdido. Y cómo no sentirse así si era dinamita pura, un hombre agradable y positivo que llegaba temprano a trabajar, con todo el ánimo de cumplir o superar por más de 10 años consecutivos las estimaciones de ganancias para Wall Street.
Y ahí decidió dejarlo. De pronto, todo se detuvo y se convirtió en sólo Bud Robertson. Pasaba sus mañanas corriendo y haciendo ejercicio, pero en las tardes no tenía nada qué hacer más que ver sus coches viejos. Una mayor expectativa de vida se traduce en que quizás le quedan otros 20 o 30 años, un tercio de su vida, navegando por este extraño panorama sin mapa. ¡Ayuda!
Pero por suerte hay una solución, y está sentada frente a Robertson asintiendo con la cabeza. Jeans, quien también tiene 62 años, pasó 28 años en mercadeo, ventas y administración antes de llegar a New Directions en 2001 como consultor. Su compañía atrae a la crema y nata de los más ricos, cobrando entre 15,000 a 75,000 dólares para ayudar a los ejecutivos a manejar su transición profesional y personal, incluyendo su vida post-laboral (prefieren ese término a la palabra ‘retiro').
Hoy pueden contar con un asesor para el retiro que salve su alma yuppie.
Un campo ya amontonado
Nadie sabe cómo son los asesores para el retiro, aunque si googleas la frase, hallarás muchos hits, incluyendo sitios web como 2young2retire.com y mynextphase.com, que promete "revelar hallazgos personales significativos" por 119 dólares, usando su sitio web de auto servicio, y 179 dólares por cada sesión telefónica de una hora con un "experto en el retiro".
Ninguna regulación gubernamental o ley exige una licencia, y los planeadores financieros, profesionales de Recursos Humanos y consultores están participando. "Me impresiona que en todos los lugares a los que he ido para dar conferencias, una gran porción de la gente que asiste son asesores", dice Marc Freedman, autor de The Big Shift: Navigating the New Stage Beyond Midlife.
Freedman y otros alegan que los boomers, con una mayor expectativa de vida que antes, enfrentan una etapa de la vida que aún debe ser definida y nombrada adecuadamente. La asesora Patty DeDominic de Santa Barbara exhorta a sus clientes a no retirarse sino a 're-despedir'. La autora Barbara Marx Hubbard dice que las mujeres deberían celebrar la 'regeneropausia'.
La mayoría de los asesores son practicantes que realizan sus sesiones por teléfono y pueden tener un costo de 100 dólares por hora. New Directions es el Roll-Royce de la industria. De hecho, podrías comprar un Rolls con lo que cuesta ser asesorado por Jeans y su equipo, aunque las compañías de los clientes suelen cubrir parte o el total del costo.
Una vez que contratas los paquetes más altos, eres cliente de por vida y se te invita a visitar las elegantes oficinas de New Directions en Boston Harbor. Los clientes se reúnen con el psicólogo Bill Winn, usan la biblioteca de investigación, trabajan en oficinas y asisten a seminarios para aprender las habilidades con las que contaba su equipo, como hacer búsquedas en Google o cargar una foto de perfil en LinkedIn. Jeans dice que un cliente suyo le dijo: "Sí, uso el correo electrónico todo el tiempo. Mi secretaria los imprime y yo los leo en casa".
New Directions comenzó hace 25 años por un ex reclutador llamado David Corbett, que ahora tiene 73 años. Entre los 2,600 clientes que ha tenido se encuentran atletas, presidentes ejecutivos, médicos, abogados, el director de una aerolínea y políticos.
Robertson asistió a New Directions en febrero, se reunió con los 15 miembros del equipo, se sometió a una evaluación psicológica con pruebas estándar como Myers-Briggs, y ofreció el nombre de cinco personas que lo conocen para que ellos también fueran entrevistados para averiguar sus fortalezas y debilidades. "Queríamos asegurarnos de que sus planes se ajusten a sus capacidades", dice Winn.
Y sin duda, Robertson estaba hecho para ser un ejecutivo; nunca le interesó nada más excepto sus autos deportivos y el golf. Después de titularse en la Universidad de Massachusetts trabajó en GM, mientras obtenía su MBA de la Universidad de Boston de noche. A los 32 años trabajaba siete días a la semana como director del grupo de componentes electrónicos de GM en Detroit. Un día, su hijo de siete años, Derek, le dijo que nunca querría tener un trabajo como el suyo, algo que le conmovió porque se dio cuenta de que no tenía tiempo suficiente para su familia.
Robertson se mudó con su familia de regreso a Nueva Inglaterra, donde creció, esperando encontrar una vida más balanceada. Cenaban juntos en casa y sus hijos visitaban a sus abuelos, pero el trabajo aún lo consumía. En 1996 comenzó a trabajar en Progress Software. La compañía siguió la estrategia de crecimiento de Robertson y duplicó sus ventas, triplicó su capitalización en el mercado a 10 años, pero su matrimonio colapsó. Aunque no culpa a su trabajo ("sólo tomamos caminos distintos", dice), sigue abierto a la posibilidad de que levantarse todos los días a las 5 de la mañana para ir a trabajar y regresar en la noche pudo haber tenido algo que ver.
Cuando Robertson cumplió 60 años, Derek le dijo: "Papá, estás de vuelta en el hoyo 9. Cuando regreses al 19, me voy a gastar todo tu dinero de cualquier forma, así que ¿por qué no piensas en hacer algo más?". Poco después, los cambios en Progress Software lo hicieron renunciar a las responsabilidades de un director operativo, algo que le quitaba diversión al trabajo. Robertson se dio cuenta de que su hijo tenía razón: era hora de retirarse, aunque no estuviera listo.
Cuando comenzó sus asesorías en New Directions, Robertson dijo a Jeans que quería un lugar en la junta corporativa, una aspiración común entre los retirados, además de los dos que ya tenía en una compañía de osciloscopios y en otra de alta tecnología. Pero eso es como darle a un adicto a la cocaína las llaves de la casa de Charlie Sheen. "Es una forma de llenar el tiempo con actividades de negocios como a las que renunciaste", dice Bob Parsanko del Centro de Transiciones Ejecutivas, una compañía de asesoramiento en Cincinnati. "El problema es que no saben quiénes son fuera del traje de negocios que usan. Deben encontrar una pasión y un propósito individuales, y todo lo demás, incluyendo un trabajo en una junta, debería ser un subproducto de eso".
Buscar un puesto en una junta está bien, siempre y cuando sea parte de un panorama más amplio. Jeans impulsó a Robertson a que leyera el libro de Corbett de 2007, Portfolio Life, que convirtió al fundador de New Directions en un gurú entre los asesores para el retiro. Con un lenguaje que comprende un ejecutivo, Corbett alega que la gente debe pensar en su vida como en su portafolio financiero, una mezcla diversificada de trabajo, placer, aprendizaje, familia y comunidad, para crear un antídoto a su enfoque unitario que hace que los empresarios exitosos sean aburridos en una fiesta.
"Durante mis años de reclutamiento me di cuenta de que había una población mayor que cuestionaba si necesitaba o quería otro trabajo de tiempo completo", dice Corbett. "Tomamos prestada la idea de un portafolio financiero. Mientras envejeces, recolocas tus recursos a medida que cambia tu vida, así que debes tener un portafolio de vida donde hagas lo mismo".
¿Qué hacer con el resto de tu vida?
Kirk Citron no es cliente de New Directions, pero podría ser el claro ejemplo del enfoque del portafolio. Era un ejecutivo publicitario en San Francisco con aspiraciones literarias que se volvió famoso en los 80 por escribir la frase pegajosa de los autos Saturn: "Una compañía distinta. Un auto distinto". En 1990 comenzó su propia agencia, que prosperó durante el boom del punto-com, sobrevivió a la burbuja y ahorró lo suficiente para retirarse. En 2002 se retiró a los 45 años.
"No tenía idea de cómo lucirían los próximos 10 años", dice, "y eso parecía una decisión personal más interesante que quedarme". Pero después se sintió avergonzado en una fiesta cuando le preguntaron a qué se dedicaba: "No tuve una respuesta. Me rehusé a usar la palabra ‘retiro'. Pensé que era una transición a la mitad de mi carrera".
Citron recurrió a Barbara Waxman, asesora en San Francisco. "¿Qué tipo de trabajo debería conseguir?", le preguntó. Waxman le pidió que se tomara las cosas con calma y pensara en sus pasiones. Citron retomó algunos proyectos de escritura que había comenzado. Hoy, a sus 54 años ha escrito cuatro novelas, dos obras, un guión y libros para niños, aunque no todo se ha publicado ni vendido. También ha hecho trabajos de consultoría en publicidad, edita el sitio web The Long News, que le permitió hablar en la conferencia TED 2010, ayudó a producir un documental para PBS sobre un submarino japonés de la Segunda Guerra Mundial y trabaja en cinco organizaciones no lucrativas. Si eso es el retiro, es difícil imaginar cómo era su carrera.
"Barbara me permitió rechazar la idea de que tenía que trabajar para una compañía. En los buenos días me considerado un hombre renacentista, en los malos días soy un aficionado a las artes", dice.
Citron considera sus 18 meses de asesoramiento como algo similar a la terapia, pero Waxman dice que hay una diferencia importante: "Todos cargamos una historia, y los clientes saben su historia y la pueden cargar con ellos mismos, pero si es demasiado pesada, quizás necesiten a un terapeuta para ayudarles a analizarla y eliminar de ella lo que no les sirve. Los asesores no deben hacer psicoterapia, no es nuestro trabajo".
En New Directions, nadie se meterá con tu historia. Cuando Robertson conoció a Jeans, no discutieron sus traumas de la infancia sino su plan de acción. En los primeros dos meses escribió su currículo y su biografía, una declaración de salida sobre las razones por las que dejó Progress Software, y una lista de habilidades. Envió tarjetas de negocios y cartas a docenas de compañías de búsqueda de ejecutivos. "Estamos analizando si le conviene tomar otro puesto directivo. Es una posibilidad", dice Jeans.
En mayo, Robertson obtuvo los resultados de su evaluación psicológica de Winn. Fue lo que esperaba: exige excelencia pero no siente que deba hacerlo todo porque sabe delegar y es un buen mentor. Winn concluyó que sería un buen director o miembro de una junta. Pero eso ya lo sabíamos y, ¿qué no acaba de renunciar?
La pregunta es: ¿Qué va a hacer Bud Robertson ahora? Jeans dice que es muy pronto para saberlo, pues sus clientes suelen idear soluciones inesperadas, como irse a una granja, esculpir, hacer vino, estudiar, hacer voluntariado. "Cuando dejas la olla de presión de ser un director, no sabes con toda claridad qué pasará después", dice Jeans.
Sé lo que estás pensando, que no necesitas una asesoría, "¡dame el dinero a mí! Yo sabré qué hago con él". Le pregunté a Robertson por qué siente que debe pagar decenas de miles de dólares a New Directions. "Si me hubiera retirado y hubiera intentado averiguarlo por mí mismo, sentado en casa, escribiendo currículos, me habría sentido perdido. Es como tener una familia que te apoya, y atravesar ese proceso me da estructura. Es muy útil para alguien acostumbrado a la estructura de un trabajo", dijo.
Pero ahora que Robertson tiene este dilema, me pregunto si todos nosotros deberemos tomar esta decisión entre dos extremos: optar por la opción faustiana de Robertson y cortar la conexión con tu verdadero ser, o hacer lo que amas, disfrutar tu vida".
Planté la pregunta a Corbett, una figura de abuelo que fue tan buen asesor que en minutos me olvidé de la entrevista y comencé a quejarme de que apoyar a mi familia no me deja tiempo suficiente para que yo toque la trompeta o me vaya de vacaciones con mi esposa y mi hija. Y nosotros todavía no ahorramos para el retiro ni para la universidad. "¿Debemos tomar esa decisión, o hay un punto medio para crear una cuenta para el retiro y seguir en contacto con tus pasiones?".
Corbett lo pensó por un momento. "Creo que la validación es una parte. Si la gente te valida porque tienes una marca, quizás está bien. Si tienes tu salud, educarás a tu hija. Todos podemos aprender de las demás generaciones; están mucho más relajadas con el hecho de hacer dinero. Toman un trabajo menos gratificante, con menos dinero, se quedarán en cierta ciudad o se irán a alguna compañía porque tiene mejores prestaciones de maternidad o una mejor guardería".
Después cita a Emerson: "Cada hombre tiene su propia vocación; su talento es su vocación. Hay una dirección en la que todo el espacio está abierto para él". Estoy de acuerdo, y cito a Robert Frost: "Mi objetivo de vida es unir mi vocación y mis pasatiempos como mis dos ojos mirando hacia el mismo lugar".
Y Corbett me da un consejo que nadie seguirá: Lo mejor es pensar desde ahora en cómo pasarás tus años del retiro, aunque tengas 20 o 30 años. Fue un buen consejo, y creo que voy por el camino adecuado: seguir conectado con mis pasiones, ir a conciertos y desarrollar una red de otros melómanos. Eso mantendrá encendido el piloto para que sea más fácil encender las llamas cuando te retires. "Mientras más viejo eres, más tomas las claves del pasado", dice. "Nuestros clientes escriben un currículo que termina con el primer día de su primer empleo. ¿Qué hicieron en la preparatoria y en la primaria? Eso los ayudará a pensar".
Si todos siguieran su consejo, no habría necesidad de asesores para el retiro, pejeansaro mientras Robertson se despide de sus asesores en New Directions y se dirige a su casa para trabajar en su Bugeye Sprite 58, el empleo de estos asesores nunca estuvo tan seguro.
--Paul Keegan, colaborador en Fortune y Money, vive su vida de pre-retiro con su Portafolio de Vida como actor, guionista y trompetista con el Blue Soul Jazz Quintet en Nueva York.
Fuente: CNNExpansión.com
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