CNNExpansion Una de las historias menos sonadas del rescate automotriz del Gobierno de Obama es lo cerca que estuvo Chrysler de correr la misma suerte que tuvo Lehman Brothers: que se le hubiera permitido fracasar.
Ahora, Steven Rattner, encargado de la fuerza de acción automotriz, quien estuvo presente durante todo el drama de Chrysler, publica los hechos en su libro Overhaul, de la editorial Moughton Mifflin Harcourt.
La historia comenzó a hacerse pública en octubre de 2008. Después de que GM pidiera ayuda al Gobierno, Chrysler hizo lo mismo la semana siguiente, mostrando su urgencia por recibir dinero.
El presidente de Chrysler, Bob Nardelli, declaró ante el Comité Bancario del Senado el 18 de noviembre, junto con otros dos presidentes ejecutivos, y nuevamente el 8 de diciembre, buscando obtener los 7,000 millones de dólares que mantendrían a la compañía viva.
Después de que el senado no lograra tomar acciones, Nardelli quería que el Departamento del Tesoro obligara a GM a comprar Chrysler, pero aunque la marca Jeep de Chrysler, su franquicia de minivans y el negocio de las pick-ups eran atractivos, GM decidió que la abundancia de marcas y distribuidores entorpecerían la fusión.
Sin fusión a la vista
Sin progreso en el frente de las fusiones, Rattner dice que Steve Feinberg, de Cerberus Capital, el dueño de Chrysler, llamó al secretario del Departamento del Tesoro, Henry Paulson, a las 2 de la mañana del 19 de diciembre, con una oferta increíble: le propuso entregar a Chrysler al Gobierno de Estados Unidos por un dólar. Rattner dijo que el equipo del Departamento del Tesoro pensó que su oferta era una broma, y no dio respuesta.
Más tarde ese mismo mes, el presidente Bush autorizó 17,400 millones de dólares en dinero del Fondo de Alivio para Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés) para ayudar a GM y a Chrysler. La Casa Blanca había comprado al presidente una podadora para la navidad anterior. En 2008, bromearon diciendo que ese año le comprarían un Chrysler.
La automotriz valía más viva que muerta. La liquidación sólo generaría 1,000 millones de dólares, pero los problemas de Chrysler (la pérdida de participación del mercado, costos estructurales aplastantes, derrames de efectivo...) eran asombrosos. La fuerza de acción automotriz creada por el nuevo presidente Obama pensó que la bancarrota era inevitable.
Cuando el equipo automotriz se reunió con el jefe de personal de la Casa Blanca, Rahm Emanuel, en el Ala Oeste, dudaron si a Chrysler se le debía permitir seguir viviendo como entidad independiente. Emanuel fue contundente: "¿por qué salvar siquiera a GM?", preguntó, según Rattner. Cuando se le recordó de los miles de trabajadores de la industria que perderían su puesto, dijo: "al diablo con el Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz".
Además de GM, Nardelli había recurrido a Ford y a Carlos Ghosn de Renault-Nissan en busca de ayuda, pero no la consiguió. Con la falta de nuevos diseños, y con la imposibilidad de ajustar los estándares de economía del combustible, colocó su confianza en una posible alianza con Fiat, pero cuando presentó su plan al Departamento del Tesoro el 25 de febrero, sólo dio detalles ambiguos y ningún plan conciso para reducir la fuerte carga de 6,900 millones de dólares en deuda.
Rattner se reunió con Sergio Marchionne de Fiat unos días después. Cuando le preguntó si colocaría capital como parte del acuerdo, Marchionne respondió "de ninguna manera".
El 13 de marzo, la fuerza de trabajo automotriz se reunió para decidir el futuro de Chrysler. Quienes se oponían a más ayuda alegaban que su desaparición mejoraría las posibilidades de supervivencia de GM y Ford porque la mayoría de las personas que pensaban comprar un Chrysler preferirían comprar las otras marcas nacionales.
En un análisis, GM habría podido capturar 300,000 clientes adicionales, una cuarta parte del negocio de Chrysler, en caso de que esta última desapareciera. Esto habría aumentado las ganancias de GM en 2,400 millones de dólares, y habría sumado 10,000 millones de dólares a su valor en el mercado.
300,000 empleos en juego
La liquidación de Chrysler habría desaparecido 300,000 empleos en toda la industria, incluyendo 40,000 empleos en Chrysler. Algunos alegan que la pérdida habría sido minimizada a medida que otros llenaban la brecha. Además, seguir rescatando a Chrysler habría enviado la señal equivocada sobre la voluntad del Gobierno para tomar decisiones importantes.
A final de cuentas, el argumento de rescatar a Chrysler se basó más en la realidad política y social. Salvar a la automotriz habría prevenido la pérdida de 300,000 empleos y el presidente Obama no habría sido el culpable de esto. El efecto dominó habría incluido la quiebra del fondo de empleos del estado de Michigan.
El asesor económico en jefe de la Casa Blanca, Larry Summers, dijo que era mejor invertir 6,000 millones de dólares en la supervivencia de Chrysler que pagar varios miles de millones de dólares por su funeral. Él y otros alabaron una fusión con Fiat, en parte porque habría preservado la oportunidad futura de fusionarse con GM.
Summers presionó a los miembros de la fuerza de acción para que aplicaran probabilidades en sus proyecciones. Pidió una votación: si asumen que la probabilidad de rescatar a Chrysler por cinco años es de 50%, ¿la salvarían? Los miembros de la fuerza de acción votaron cuatro a tres en su contra. Rattner no podía decidirse, pero eventualmente votó a favor del rescate. Summers tenía que tomar la decisión del desempate, y también votó a favor del rescate.
El presidente Obama recibió un comunicado con los argumentos de ambos lados. El 26 de marzo, toda una sesión de revisión matutina fue dedicada al tema. Después de 20 minutos, el presidente decidió que la solución era muy importante como para decidirse con prisa, y dijo que la junta se reanudaría esa misma tarde.
En la Sala Roosevelt de la Casa Blanca, Obama escuchó argumentos durante 45 minutos. La información de las encuestas fue discutida, mostrando una oposición pública al rescate, al igual que el impacto del fracaso de Chrysler y su relación con la pérdida de empleos. Al final de la reunión, Obama preguntó: "¿alguien tiene algo más qué decir?". Y después tomó su decisión. "Estoy preparado para dar a Chrysler 30 días para ver si podemos arreglar el acuerdo con Fiat en términos congruentes para nosotros".
Chrysler pasó por un proceso de bancarrota para que su deuda pudiera ser facilitada y al mismo tiempo pudiera seguir en el negocio. Los negociadores de Fiat resultaron ser más rudos de lo esperado, en parte por el temperamento explosivo de Marchionne, pero finalmente aceptaron un acuerdo y la automotriz quedó salvada. Pero por mucho tiempo, su supervivencia colgaba del más delgado de los hilos.
Fuente: CNNExpansion / Por: Alex Taylor III
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