13 de octubre — En Detroit, la escena del desplome de la industria automotriz, que se desarrollaba en cámara lenta, se aceleró notoriamente. Los analistas de la industria esperan que las ventas de vehículos en 2009 sean menores que las ya de por sí exiguas de 2008. Los mercados extranjeros antes rentables se están debilitando.
Mientras, Detroit debe manejar su limitada liquidez en medio de una severa congelación del crédito, al tiempo que desarrolla los autos de la próxima generación y también financia las obligaciones hacia sus empleados ya retirados.
Algunas noticias recientes confirman que la crisis ya llegó a su fase aguda. Ford anunció el retiro sorpresivo de su director financiero e intenta deshacerse de su participación en Mazda, para recabar fondos. Aún más reveladores son los informes de que General Motors (GM) considera fusionarse con Ford o con Chrysler.
La consolidación tiene mucho sentido. Sin embargo, estas son empresas muy orgullosas, ferozmente independientes, y los sindicatos han luchado durante mucho tiempo por mantener el status quo.
Que GM pueda considerar una fusión (especialmente con Chrysler), sugiere que la empresa teme que el juego haya terminado sin un rescate y que los trabajadores se vean obligados a llegar a la misma conclusión.
A nadie le conviene la bancarrota, ni la pérdida de valor de las marcas ni la rescisión de contratos laborales.
A toda esta turbulencia, se suma Cerberus Capital Management, compañía de fondos de inversiones que posee participaciones en Chrysler y GM, la cual propone dejar a la primera a cambio del control total de GMAC, la aseguradora de General Motors, pues actualmente sólo tiene parte de ese negocio.
Cerberus no mantendría la participación en Chrysler por un plazo largo. Pero la idea de deshacerse de ella tan rápido, sugiere su nerviosismo y muestra lo difícil que es para los fondos de inversiones calcular el instante de la cotización más baja, especialmente cuando azota una tormenta que llega una vez cada generación.
Lo que podría ilustrar la grave situación en Detroit, es que las esperanzas y los temores de grupos tan diversos como empleados corporativos, obreros y financieras privadas parecen convergir a toda velocidad.
Traducido por Luis Cedillo
Editado por Pedro de la Garza
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por Liam Denning
Dow Jones Newswires
Fuente: sentidocomun.com.mx
Publicado por: TuDecides.com.mx
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