Está de moda entre los jóvenes que se quieren vestir de emprendedores lanzar aplicaciones para teléfonos, tabletas y todo aparato conectado a Internet, y hacer que funcionen tanto para el sistema operativo Android como para iOS.
Yo he hecho varias entrevistas para la televisión a chicos que aparecen repentinamente con un espíritu emprendedor notorio y que cuentan historias milagrosas sobre cómo se les ocurrió tal o cual app que resuelve, según ellos, algún problema común (Te dicen: “somos como el Uber de tal o cual cosa...”).
No obstante ello, confieso que la mayoría de estos jóvenes me han decepcionado.
El otro día vino a mi programa de tv un chico que hizo una aplicación que emulaba a otra que utilizamos todos los días; pero que tenía una que otra cualidad adicional que, según él, era el atributo que la hacía única.
Todo parecía más o menos razonable. El chico me dijo que la aplicación había sido programada totalmente por ingenieros mexicanos y que en tiempo récord la habían hecho disponible para los dos sistemas operativos. El problema vino cuando le pregunté cuál era su visión de largo plazo: “ah, pues vender la empresa en uno o dos años”, respondió.
Desafortunadamente, ésta no es la única experiencia de esta naturaleza que he tenido. Al menos otras dos personas me han relatado de manera similar intenciones de este tipo: lanzar una aplicación, pulirla y venderla. En lo personal, creo que lanzar un emprendimiento teniendo como meta embolsarse 3 o 4 millones de dólares en un plazo de dos años es una dislocación del espíritu emprendedor; un despropósito de lo que debería ser una visión emprendedora de largo alcance.
No recuerdo que emprendedores de otros sectores tengan la misma visión torcida. Si un grupo de oftalmólogos, por ejemplo, lanza una clínica para hacer cirugías para corregir la miopía, no están pensando en vender su empresa en dos años.
Tampoco piensan así quienes abren una fábrica de muebles, un estudio de arquitectura, una tienda de ropa, un hotel boutique o una empresa de servicios de logística y transporte. ¿Por qué entonces, quienes entran al mundo del emprendimiento a través de la tecnología y las aplicaciones, tienden a revelar que su verdadera intención es vender su empresa en poco tiempo?
El problema, desde mi perspectiva, está en que muchas de estas personas no han descubierto el significado verdadero de la palabra “emprender”, y piensan que este concepto está de moda a partir de que Steve Jobs inventó el iPod y habilitó a los creadores de contenido a generar empaquetamientos informáticos que simplificaban un mundo sofisticado y ponían al usuario frente a un icono estético que abría un mundo de posibilidades.
La confusión es simple de observar: es muy diferente crear una aplicación, a desarrollar un sistema que modifique los fundamentos con los cuales se llevan a cabo las transacciones de forma tradicional. Uber no es una app para llamar a un taxi; sino un sistema que organiza la mente de todos los involucrados en mejorar la forma en la que nos transportamos.
De la misma manera, WhatsApp no es una app para chatear; es más bien un sistema de comunicación que revoluciona y facilita la comunicación entre individuos y grupos. Waze no es una app para saber si hay tráfico; es un sistema colaborativo que se autonutre para beneficio de quienes sufren embotellamientos en las ciudades. Así que repito: ya no hagan más apps, por favor.
Fuente: www.entrepreneur.com / Por: Carlos Mota
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