(CNNexpansion)Lo más emblemático de Dubai no es un monumento a la independencia o a la libertad, sino al poder económico. Se trata de Burj Al Arab, el hotel más caro del mundo. En medio de un desierto en donde hace diez años no había un solo arbusto, hoy se levanta una ciudad faraónica con lo más opulento, extravagante y novedoso del planeta. En el islam la pobreza no es un valor. Una de las cualidades de Alá, de hecho, es su autosuficiencia.
Fui a los Emiratos Árabes Unidos en busca de dinero. Si ahí gastan sin problema 20 millones de dólares en una fiesta, ¿por qué no habrían de invertir en mi proyecto? Mi mamá, Rosa de la Rosa, construyó hace veinte años una reserva ecológica privada en México que da refugio a la fauna silvestre, y ante la necesidad de expandir su trabajo, requeríamos conseguir capital.
Por medio de grupos ambientalistas fui invitada a una serie de conferencias organizadas por el gobierno de Dubai, donde hubo un evento especial para presentar proyectos a posibles inversionistas. Ahí conocí a un emiratí de túnica blanca impecable, kaffiyeh, lentes oscuros y celular.
Me dijo que había estudiado en Londres y un poco después mencionó su nombre, pero no lo retuve. Buscó un papel para anotarlo, pero al no encontrar ninguno, sacó un billete de 500 dirhams -140 dólares, aproximadamente- y escribió "Khalid". Me reí y le devolví su billete, pero él insistió en que lo conservara.
No todo lo que brilla es oro
"Así que vienes de la tierra de Helú (como suelen llamar los árabes a Carlos Slim)... ¿es México una buena opción para invertir?", me preguntó. Le platiqué brevemente sobre mi proyecto, que él definió al escucharlo como "una Disneylandia ecológica".
En el evento había bioarquitectos, investigadores, representantes de ONG y científicos de Kuwait, Sudán, Estados Unidos, Brasil y otros tantos países, cada uno en busca de su propio mecenas. Khalid seleccionó los cuatro proyectos que más le interesaron -entre ellos, el mío- y nos invitó a quedarnos un par de días más en Dubai, pues una vez terminado el congreso, estaría en mejores condiciones de atendernos.
Días más tarde, nuestro posible patrocinador nos citó en un restaurante debajo del agua, en Burj Al Arab. Sobre los linderos de la isla artificial construida para este hotel, cientos de extranjeros se arremolinan en las puertas, tratando de entrar; sin embargo, no está abierto para curiosos.
De los Rolls-Royce se bajaban mujeres texanas mascando chicle, vestidas con shorts y tenis, cargando al hombro bolsas de diversas boutiques de lujo. También había varios hombres con un atuendo similar al de Khalid, acompañados de hasta cuatro mujeres cubiertas con burka, aunque dejando ver una parte de su cara con exceso de maquillaje y con joyas puestas unas sobre otras.
Horros vacuis
En la recepción, en un rinconcito de tres por tres metros, me dediqué a observar a detalle el emblema mundial de la opulencia: piso de adoquín rojo y negro, sillón dorado con garigoles rosados, respaldo de dos metros de altura y remate en espiral; cortinas de terciopelo rojo con cordones dorados, mesa con vidrio biselado. Sobre una columna dorada (con hojas de oro de verdad), una palmera y, por supuesto, el retrato del Sheik Mohammed bin Rashid Al Maktoum.
¿Cómo encuentran inspiración para tanto detalle en medio de kilómetros de arena?, me pregunté. Da la sensación de ser un temor al vacío. Habrá alguno al que le fascine y otro que lo considere el sueño de Tony Montana, el protagonista de Scarface; sin embargo, hay que reconocer que tiene estilo propio y eso no cualquiera lo logra.
Khalid ordenó alrededor de veinte platillos. No pude evitar preguntarle por qué tanto y me contestó con un lema árabe: "Yezeed wala Yinás", que luego tradujo como "mejor comer demás que terminar insatisfecho".
Sobró más de la mitad de la comida y el gerente preguntó si había algún problema. Khalid dijo que éramos extranjeros y que no entendíamos nada del protocolo local. Si bien es cierto que es de mal gusto comer poco, en esa cultura se considera mucho peor que la cantidad de comida sea justa. Al terminar, le agradecí su generosidad y me contestó que eso no era nada y me contó una leyenda que les enseñan a los dubaitíes desde que están en primaria en referencia a la importancia que tiene para su cultura la generosidad hacia los huéspedes, uno de sus mayores orgullos.
Dubai está perfilada para convertirse en la capital mundial del turismo de lujo. Los dubatíes saben que llegará el momento en que se termine el petróleo y planean que la próxima entrada fuerte de dinero sea a través del viajero sibarita.
Se necesitan 15 mil dólares, por ejemplo, para pasar una noche en Hydropolis, un hotel que se encuentra 20 metros bajo la superficie del Golfo Pérsico, y 4 millones de dólares por persona para unas vacaciones en Galactic Suite, la primera nave de turismo espacial, a 400 kilómetros de altura, que se inaugurará en 2012. La filosofía de Galactic Suite es muy contundente: "No estamos en una era de cambios, sino en un cambio de era".
De beduinos a superpotencia
"Señor, líbranos de cualquier enfermedad, danos conocimiento útil y grandes propiedades", dice una oración islámica, y todo apunta a que han sido escuchados, cuando menos en lo que se refiere a las propiedades.
No hay GPS que sirva en Dubai. Las calles están cerradas o desviadas porque puede llegar a haber hasta 100 construcciones, una tras otra. Lo más sorprendente es que hace 20 años sólo había una avenida principal, rodeada de arena; hoy, en esa misma calle es común ver carreras de Lamborghinis. ¿Cómo fue posible un cambio tan radical en tan poco tiempo?
En las mezquitas, centros comerciales, portadas de revistas, bancos y hasta en los camellones, está la imagen de un emiratí sonriente. Se trata de Su Alteza el Sheik Zayed bin Sultan Al Nayan, el principal arquitecto de los Emiratos Árabes Unidos y quien acabó con la pobreza al unificar siete emiratos y explotar el petróleo.
La familia de Khalid, al igual que muchas otras del país, dejó de vivir en la pobreza para gozar de los privilegios de ser parte de una superpotencia en donde, a la fecha, ni siquiera se pagan impuestos. Los emiratíes son ricos sin necesidad de trabajar, como el propio Khalid, que se dedica solamente a administrar sus inversiones. "Nadie tiene quejas, todo mundo adora a Sheik Zayed -dice Khalid-; incluso Bill Clinton vino en 2004 a su funeral".
Prohibido: despilfarrar y ser tacaños
Pasaban los días y para Khalid no llegaba el momento propicio para hablar "de negocios". Cuando le preguntábamos sobre nuestros proyectos, nos contestaba con frases como: "Para los musulmanes, tener dinero es aceptable, siempre y cuando se gaste sabiamente; no tenemos permitido despilfarrar, ni mucho menos, ser tacaños".
"La abundancia es parte esencial de la vida y tiene dos niveles: el material y el espiritual". Pero entre todas las cosas interesantes que nos dijo, me quedo sobre todo con un refrán que me parece particularmente revelador: "Para conocer a las personas, observa cómo manejan la riqueza".
Finalmente, llegó el día de los veredictos: quienes corrieron con mejor suerte fueron unos brasileños que solicitaron apoyo para realizar una investigación sobre biocombustibles. Khalid juzgó que el proyecto ameritaba el financiamiento. La finlandesa, en cambio, no tuvo tanta fortuna: "Me dio mucho gusto conocerte -le dijo-; no me busques, yo te llamaré después". Del resto de los solicitantes no supe más.
Ya me había resignado a regresar a México con una gran experiencia de viaje, pero sin el dinero que necesitaba. Sin embargo, veinte minutos antes de salir al aeropuerto, Khalid me dijo que le parecía fascinante el concepto de "Disneylandia ecológica", pero que francamente él no sabía hacer negocios con mujeres.
"Perfecto, no hagamos negocio -le contesté-, sólo dame un donativo". Khalid soltó una carcajada y sacó su chequera. Si bien todavía no he construido mi "Disneylandia", los animales del refugio están en mejores condiciones. Incluso nació un jaguar negro y lo bautizamos en honor a su benefactor como Khalid, o como le dicen los trabajadores, El Jalil.
Fuente: CNNexpansion / Por: Amanda de la Rosa
Publicado por: TuDecides.com.mx
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