Yo escribí para crecer en mi carrera. De ser becario pasé a ser community manager y luego pasé a ser representante de ventas y luego gerente y luego gerente sénior y luego director. Pero cuando empecé, no entendía realmente lo que era escribir.
Por lo menos, no en un sentido profesional. Para mí, escribir simplemente era una forma de comunicar información básica. Eran explosiones de palabras que podían empezar con un FYI, o un “para que sepas” o “no sé si viste esto, pero…” Respuestas rápidas a preguntas cortas: “Lo haré”, “gracias”, “entendido”. Independientemente de si realmente haría algo o si lo había recibido o cualquier cosa, por lo menos había entendido algo. Estaba perdido.
Todo cambió cuando las ideas (de mejores procesos o de cómo motivar a mi equipo o de formas más rápidas para escalar) empezaron a brotar de mí. El único reto que tenía es que no sabía qué hacer con ellas. Poder hablar con el CEO se hizo cada vez más difícil conforme conseguíamos más y más financiamiento. Las pláticas de café con mis compañeros siempre eran útiles, pero conseguir los resultados que realmente hicieran una diferencia estaba siendo complicado.
Todo el mundo tiene ideas, y aunque esto no significa que las ideas se creen de la misma forma, la mayoría nunca verá la luz del día porque quién las piensa carece de las herramientas necesarias para sacarlas al mundo.
Así que en lugar de aceptar la derrota y tomarme unas cervezas con mis amigos para quejarme de cómo tenía muchas ideas para hacer las cosas diferentes, le escribí un correo al CEO. Y tras recibir una respuesta positiva motivándome a poner en práctica mis ideas, empecé a escribir más. Y más. Y más. Le escribía correos al CEO, a los gerentes, y a cualquiera que yo pensara que podía ayudarme a poner mis ideas en acción, y todos me decían que lo siguiera haciendo, aunque algunos decían que mis ideas eran basura y otros pensaban que tenían que ponerse en práctica, pero todos apreciaban recibirlas.
Escribí actualizaciones semanales detallando lo que estaba funcionando y lo que no. Saqué a relucir problemas que ponían en riesgo el negocio, a la par de proponer soluciones. Lo escribía todo. Porque ahí fue cuando descubrí que escribir no solo era una forma de comunicar información básica, sino que era la ejecución de mis ideas a través de palabras. Y cuanto más crees eso más capaz eres de cambiar tu vida de formas que jamás habías imaginado.
“Pero ¿qué pasa si no tengo ideas?” Te preguntarás. Pero eso es normal, porque las ideas van a llegar, e incluso si no llegan, el hecho de poder escribir una oración coherente y presentarla de forma que la gente (tus compañeros, tu jefe o tu futuro jefe) pueda entender tu forma de pensar es una habilidad básica que 73.4% de los jefes buscan en sus empleados, según la Asociación Nacional de Universidades. Y no sólo eso, sino que Jason Fried, fundador de Basecamp, escribió en su libro Rework:
Si estás intentando decidir entre varios candidatos para cubrir una vacante, contrata al que escriba mejor. Sus habilidades para escribir te van a dar resultados porque un buen escritor es mucho más que sólo ideas escritas con claridad. Una buena escritura es señal de un pensamiento claro. Los grandes escritores saben comunicarse. Hacen que las cosas sean fáciles de entender. Pueden ponerse en los zapatos del otro. Saben lo que deben omitir. Y esas son cualidades que quieres en un candidato. La escritura está regresando con fuerza a nuestra sociedad… La escritura es la moneda de cambio actual para las buenas ideas.
El reto está en que, en Estados Unidos, los adultos jóvenes no están desarrollando las habilidades escritas necesarias para triunfar en la Universidad, y menos en el espacio profesional. En 2017, en un artículo del New York Times titulado “Por qué los niños no pueden escribir”, Dana Goldstein escribió:
Según el último reporte de la Evaluación Nacional del Progreso Educativo, tres cuartas partes de los adolescentes en secundaria y prepa carecen del dominio de la escritura. Y 40 por ciento de los que tomaron el examen escrito del ACT en 2016 carecían de las habilidades de lectura y escritura necesarias para terminar de manera exitosa una clase de escritura en la universidad.
No es sorprendente entonces que, tal como lo declaró Kayleigh Moore, “los negocios están gastando hasta $3.1 mil millones de dólares anuales en clases de escritura. De este presupuesto, $2.9 mil millones los gastan en empleados que ya tienen, no en contrataciones nuevas.” $3.1 mil millones de dólares.
¿Qué implica esto para ti? Implica que necesitamos reconciliar nuestra relación con la palabra escrita, independientemente de lo que bueno que puedas ser. Implica que necesitamos preguntarnos si la forma en la que escribimos en
un entorno profesional nos está ayudando a crecer o por el contrario, nos está deteniendo. Y sobre todo, implica que necesitamos interiorizar el hecho de que escribir bien, aunque no sea la solución mágica para todo, sí nos ayuda a nivelar nuestras posibilidades cuando nos movemos en un ambiente laboral en el que hay burocracia o favoritismo o cualquier otro tipo de situaciones similares.
Y de manera más específica, significa que necesitas tomar tu destino profesional en tus manos y poner esas manos en tu teclado. Escribe actualizaciones semanales detallando tu progreso, tus objetivos y las áreas a mejorar. Cuando tengas ideas, escríbelas y edítalas, y luego envíaselas a tu jefe o a la persona que pueda ponerlas en acción, o que por lo menos valore tu esfuerzo y tu iniciativa.
Si identificas algún problema, escríbelo junto con una solución tangible y envíalo. Y si estás en un ambiente laboral en el que el correo no es la norma, escribe todo en un pedazo de papel y ponlo en el escritorio adecuado. Documentarlo todo y asegurarte de que esté en las manos correctas te ayudará y protegerá en muchas más formas de las que te imaginas.
Algunos consejos más tácticos:
- Corrige tu escritura, léela dos o tres veces pero no sólo para detectar errores de ortografía o gramática, sino para detectar pensamientos o ideas poco claras.
- No escribas en párrafos largos que tengan oraciones interminables.
- Si estás escribiendo un correo, incluye un asunto corto e informativo.
- Haz que tu escritura resalte. Lo último que alguien quiere es leer algo aburrido, independientemente de qué sea.
- Cuando escribas una actualización, formúlala como una narración, es decir, que tenga un inicio, un nudo y una conclusión. Y entiende que tus actualizaciones son parte de una narrativa que se extiende a lo largo de mese e incluso años. Tú y tus compañeros de trabajo son personajes dentro de esa narrativa y lo que sucede en la oficina es la trama de la historia.
- Si necesitas o quieres algo, dilo con claridad. Nuestra escritura, igual que nuestras voces, requieren de cierto tono para establecer nuestras intenciones. La seguridad es clave a la hora de pedir algo, pero la duda también es admisible si estás solicitando un consejo.
- Pero sobre todo, simplemente escribe. Y escribe bien. Te sorprenderá lo lejos que te lleva.
Fuente: entrepreneur.com / Por: Mateo Askaripour
Publicado por: TuDecides.com.mx
Edición: Adrián Soltero
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