Nuestro país avanza en materia de competitividad a menor velocidad que otros, en especial que nuestros competidores, muchos de ellos considerados como economías emergentes. Lo peor es que nos ganan mercados que suponíamos exclusivamente nuestros, exportan más y terminan siendo sociedades con un bienestar considerablemente mayor al mexicano porque crecen a una velocidad mayor. En este tema comparten responsabilidades todos los agentes económicos identificados: las familias, el gobierno y las empresas.
Resulta complicado determinar quién inicia el círculo vicioso y a quién corresponde romperlo, aunque quizá si analizamos algunos elementos y características de cada uno de estos agentes, alguna idea podría surgir. En este texto, empresario es considerado desde aquel que vende comida o productos “pirata” en la calle, en condiciones precarias, hasta el gran exportador que tiene su avión privado y el gobierno, que administra recursos que le confía la Constitución.
Historia conocida…
En nuestro país existe un número excesivamente elevado de familias pobres, algunas con actividades empresariales, que aunque muchas se nieguen a reconocerlo, quisieran tener una especie de arcángel disfrazado de buen gobernante que viniera a resolver su problemática. Empezando por satisfacer algunas “necesidades básicas”, como una pantalla plana de 80 pulgadas para ver un partido de fútbol en familia; un refrigerador que haga cubos de hielo; un auto con capacidad para cinco pasajeros, una casa confortable y que la electricidad, gas, gasolina y el servicio de TV por cable y conexión a Internet fueran muy baratos.
Nada de pagar predial o IVA en alimentos y que a los ricos los auditen diario para que paguen más, negociar aumentos salariales de emergencia cada dos meses y contar con escuelas dignas, de calidad reconocida y laicas. Luego viene el gobierno no empresario, con legisladores que sueñan con hacer una ley que “les haga justicia” y que todo el empresariado compita por cabildear con ellos, para viajar, comer como rey, vestir a la moda, recibir regalos y tener foros para abrirse camino a una gubernatura y luego “a la grande”.
El ejecutivo de los tres niveles de gobierno pelea por el presupuesto para obra pública y por las compras gubernamentales que le darán ese “piquito” que necesita para enviar a sus hijos a estudiar a Europa. Esto se complementa con impartidores de justicia que pensarán bien cómo establecer su política de precios para los amparos, la desaparición de pruebas, la descalificación de testigos o la pérdida de expedientes, para eventualmente abrir su bufete y dejar este sistema.
Empresario de medio tiempo
Finalmente, vienen las empresas, establecidas como tales dentro de la ley. Todo mexicano sueña con ser empresario, pero de esos que llegan a su oficina a las 12:00 a firmar cheques, traen un auto de lujo y aspiran a tener un monopolio cerrado a la competencia externa, con derecho de picaporte en la ventanilla de atención a Pymes para acceder a los apoyos y apuntarse en los viajes de promoción de exportaciones, para llenar de platos de todo el mundo la pared del comedor de mamá y comprar el móvil de lujo al hijo de su “amiguita” y si se puede, pues también al hijo propio. En este “sueño guajiro” la característica común es que nadie piensa mucho en trabajar.
La idea de superarse cada día con esfuerzo y tesón se ha perdido, en parte por la merma de los valores éticos en una sociedad que cambia muy rápido y los malos ejemplos que a diario nos abordan en los medios informativos con personajes de la mafia que andan por el mundo sin gran preocupación, que ostentan y disfrutan de sus riquezas. En este medio nadie se pregunta si acaso estará en él la solución a los problemas que vive. Para la gente de los partidos políticos la culpa es del presidente y su gabinete, por ejemplo. A ellos sólo les preocupa el monto de recursos públicos que reciben, para lo cual necesitan alianzas de todo tipo y pensar en el futuro del país, sin el poder, no sirve más que para amargarse la vida pensando todo lo bueno que se pudo hacer.
Luego del primer fracaso como empresario que prácticamente no sabe hacer nada, excepto vender favores, sigue la informalidad, adhiriéndose a una organización con presencia política que los proteja, para ejercer presencia en el mercado. En la política, luego de ejercer el poder dentro de la política formal, la mala fortuna obliga a quienes no alcanzaron “hueso” a ejercer desde la informalidad, organizando invasores, ambulantes y demás. Iniciativa e imaginación las hay; ganas de hacer cosas no faltan; el problema es que hemos perdido el camino de la legalidad y la institucionalidad.
Alguien tiene que cambiar estas circunstancias y la mejor forma es cambiando los incentivos; no hay otra manera de romper el círculo vicioso. Así como los mexicanos hemos demostrado que somos únicos para sobrevivir en las peores circunstancias, ahora debemos mostrar al mundo que somos capaces de percibir esas circunstancias, evaluarlas y revertirlas. El futuro será terrible si no lo hacemos.
Fuente: mundoejecutivo.com.mx
Publicado por: TuDecides.com.mx
Edición: Adrián Soltero
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