El crecimiento de EE.UU. será cero en el próximo año y su desempleo alcanzará una cifra de escándalo; en México el crecimiento será mediocre, presionado por elecciones y el desempleo creciente.
Cuando comenzaron a surgir los rumores de que la crisis financiera internacional estaba cerca no se creyó mucho en ellos y no se pensó que el asunto podría tener consecuencias tan fuertes, ni que pudiéramos llegar a estar en peligro de caer en una situación que no se veía desde la década de los años 30.
El quebranto de Lehman Brothers y el rescate de AIG fueron una evidencia de que la crisis financiera había comenzado, pero eso no fue todo, hubo otros factores que marcaron la tendencia y los acuciosos vislumbraron el daño que hoy se padece y en el cual muchos no creyeron y, lo peor, no tomaron las medidas necesarias para evitar salir demasiado “raspado”.
Se han rescatado las inmobiliarias Fannie Mae y Freddie Mac –con un monto de 100 mil millones de dólares cada una– y de la aseguradora AIG –con 85 mil millones de dólares– y además el gobierno de Estados Unidos cuenta con fondos superiores a los 700 mil millones para contrarrestar los efectos de la crisis, lo cual se suma a las enormes cantidades de recursos que los bancos centrales han inyectado a su sistema, pero la pregunta, aún sin respuesta, es si será suficiente.
El crecimiento de EE.UU. será cero en el próximo año y su desempleo alcanzará una cifra de escándalo; en México el crecimiento será mediocre, presionado por elecciones y el desempleo creciente.
El día de la aprobación del paquete de rescate financiero en la nación de la bandera de las barras y las estrellas se dio a conocer al mismo tiempo que la cifra de desempleo en aquel país era por demás grave, 760 mil plazas perdidas a septiembre, sólo en ese mes se perdieron 200 mil empleos formales.Esa es la señal más clara de que la crisis financiera alcanzó a la economía logística –economía real–. En noviembre se habrían perdido 220 mil empleos más.
El empleo es quizás el indicador más importante de la salud económica de las naciones; cuando se pierden plazas laborales o se está en la imposibilidad de generarlas, las economías se encuentran en verdaderos apuros. Así, a pesar del rescate trillonario que se ha planteado para EE.UU. y el resto de las economías llamadas desarrolladas, la confianza de los mercados no se ha recobrado aún. En mucho esto se explica porque este desafortunado episodio ya alcanzó a los niveles más básicos de la economía estadounidense.
En la época de la Gran Depresión surgieron mecanismos en ayuda del mundo capitalista. Éstos fueron desarrollados sobre todo por el economista John Maynard Keynes, cuya principal motivación era mantener el nivel de empleo, es decir, proponía tener a las personas dentro de su fuente de trabajo, política que después se conoció como anticíclica. En aquel entonces, como ahora, el empleo era la principal preocupación.
Desafortunadamente, la crisis financiera y la enorme inestabilidad de los mercados ya impactaron de forma contundente en los niveles de empleo en Estados Unidos y, por ello, las medidas de corrección en el sector bancario no han detenido el nerviosismo de los agentes económicos. En la medida en que los analistas perciban que los estadounidenses se quedan sin trabajo y que, por tanto, no podrán consumir como lo venían haciendo, ni pagar impuestos y sostener a la economía de su país, imperará la desconfianza y la volatilidad en los mercados de todo el mundo.
Es presumible que el gobierno de nuestros vecinos del Norte tenga que establecer un mecanismo anticíclico adicional al que ha impulsado junto con la Reserva Federal, que ha implicado bajar las tasas de interés, inyectar liquidez y comprar acciones de los bancos con problemas financieros. Como toda política económica anticíclica, ésta deberá ser en dos vertientes. Por un lado, en la política monetaria –cuidar la liquidez y las tasas de interés– y, por el otro lado, en la política fiscal –conlleva bajar la carga impositiva y aumentar el gasto público–.
Estas medidas implican la posibilidad de que el deterioro en el empleo se contenga. Por la parte monetaria el asunto ha quedado más o menos resuelto. Ha llegado el tiempo de que nuevamente se utilice la parte fiscal para complementar el mecanismo de ayuda para que la gente no pierda su empleo y siga moviéndose la economía. Como se recordará, en abril se utilizó este mecanismo y hubo devoluciones fiscales para más de 130 millones de familias estadounidenses por un monto que osciló entre 600 y mil dólares por familia, a las empresas se les bajó la carga fiscal y el gasto público ha estado en aumento.
El costo de la medida fue de 168 mil millones de dólares, derivado de la suma de los apoyos a familias y empresas, ahora se tendrá que ejecutar algo similar. Será la única manera en que esta crisis financiera no afecte tanto a la economía real, sin embargo, el daño es mayúsculo y falta mucho por hacer para que Estados Unidos crezca. Las proyecciones realistas indican que el país del Tío Sam no mejorará durante 2009.
Crecimiento cero y cambio de gobierno será su signo distintivo en el año. Para México, las cosas serán más o menos parecidas, crecimiento mediocre, de no más de un punto porcentual, desempleo creciente y elecciones para hacerlo aún más difícil.
Carlos Alberto Martínez - Investigador, socio de IDN Consultoría
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